Este ejemplar de cangrejo de río tenía un tamaño descomunal. Perfecto en su diseño parecía una máquina de guerra con sus remaches y su aspecto amenazador. Lo cierto es que no es el autóctono de las marismas, más pequeño y menudo. Guisado como se suele hacer en su lugar de origen, Louissiana, está para chuparse los dedos, que es como se come, en salsa y con un toque de picante. Víctor Gamero bromea con el bicho antes de guisarlo. En la olla también era de admirar.
LA SEGUNDA OLEADA DE LA BISTRONOMÍA
Hace 5 años
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