Para ir de pintxos por San Sebastián no hay nada mejor que tener un buen guía. Supongo que en Sevilla sucede lo mismo. Ves el cartel de tapas y te meterías en cualquier sitio, si fueras finlandés o de Gerona. En Donostia las hordas de franceses han introducido una fea costumbre que arrasa en sitios antes emblemáticos de la Parte Vieja, y como si del comedor de un colegio mayor se tratara, te proporcionan un plato trinchero y Ala!! a servirte tu solito media docena de pinchos de cada vez peor aspecto. Pan con chacina o queso con los extremos curvados por la intemperie. Gildas resecas…en fin desolador. El asunto es que la vista es la que cuenta en el ritual del pintxo. Ver, seleccionar, apuntar y disparar con los dedos sin dudar consumiéndolo de, a lo sumo, dos bocados. Imprescindible acompañar de un claro o blanco, o el socorrido zurito. Javi Hernández me lleva con su cuadrilla de paseo y entramos en lo Viejo por el Mercado de La Brecha. Ah! aunque ya lo conocía siempre impresiona volver a su pequeña barra llena de colorido. El Bar Gorriti. Sus especialidades son los encurtidos. Pinchos de pulpo, anchoas ensartadas con jugosas aceitunas y guindilla verde…espectacular. El ejemplar que presento en el plato es riquísimo: sobre pan, el otro secreto de un buen pintxo, queso a las finas hierbas, mermelada de tomate, un impecable lomito de anchoa fresca y unos trozos de nueces. Comenzar en Gorriti tiene un peligro, te quedarías a probarlos todos y entonces no cumplirías el ritual. Hay que dejar hueco para otros sitios. La ruta debe continuar.