Fuímos desde San Sebastián a La Rochelle, suroeste de Francia. Este lugar es una buena opción si quieres descubrir un sitio tranquilo y diferente. En toda la zona, Burdeos, Arcachón y la Flotte incluida, y de la que hablaré otro día, el ritmo de vida es pausado y tranquilo y su gente muy, muy amable. Fuimos de paseo y, cómo no, la oportunidad se presenta ante mí…una típica cabaña donde puedes degustar la ostra autóctona con una copichuela de vino blanco. Manos a la obra. Son sabrosas, mar puro. Y no se debe caer en el error de decir categoricamente que las de allá o acá son mejores. Hay que saborearlas en su lugar de procedencia, con los cinco sentidos y como tiene que ser: una docena por persona.
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