Conozco a Enrique desde hace mucho tiempo. Recuerdo que la primera vez que oí hablar de Jaylu, Peio Roteta se había aventurado en Sevilla con una restaurante que estaba a años luz de lo que aquí primaba. Aquello fue, a parte de una mala experiencia para él, un suspiro de aire fresco en un momento de cambios, pero al fin y al cabo un suspiro. El mismo suspiro fresco y motivante que sale expontáneo cuando ves el aspecto, el material, la calidad, el calibre, la frescura, la limpidez, la tersura, así eternamente…de lo que allí puedes disfrutar. La calidad es calidad. Lo bueno hay que pagarlo incluso cuando puedes, y apreciarlo por ello. Lo barato suele, salvo muy, muy, muy contadas excepciones salir siempre caro. A Aristóteles me remito.
En el reportaje realizado durante la Feria de Sevilla en Jaylu he tenido la suerte de fotografiar ejemplares fastuosos. Simplemente magníficos pero me ha cautivado singularmente la expresividad de las manos del jefe. Hábiles, limpias, rápidas, curtidas, sabias. Y esto es lo que vamos a ver durante unos días en Gastroflash. Estética pura y dura. De lo que aconteció durante esos días hablaremos dentro de poco. Ahora disfrutad con el gesto. Es una delicia.
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